Reanudadas las relaciones diplomaticas entre la Confederacion Argentina y los EE.UU., el nuevo ministro plenipotenciario argentino, general Carlos M. de Alvear, reitero las reclamaciones oficiales por nota del 21 de marzo de 1839, contestando el secretario de Estado, Daniel Webster, el 4 de diciembre de 1841, expresando que "...convenia suspender la discusion respecto de la responsabilidad hacia el gobierno argentino hasta tanto se arreglara la controversia pendiente entre aquel gobierno y la Gran Bretaña acerca de la jurisdiccion sobre las islas Malvinas". De esa manera, el gobierno norteamericano eludia el tratamiento directo de las reclamaciones y enviaba el problema a via muerta.
En septiembre de 1884, el representante argentino, Luis L. Dominguez renovo, por instrucciones del gobierno de Buenos Aires, las reclamaciones por los sucesos de 1831/32. El presidente norteamericano Cleveland, en su mensaje al Congreso el 2 de diciembre de 1885, dio por concluido el asunto, afirmando: "En vista de la amplia justificacion que tiene el acto de la "Lexington" y del estado de voluntario abandono de las islas, antes y despues de su pretendia ocupacion por colonos argentinos, este gobierno considera esa reclamacion totalmente infundada".
Mientras tanto, la nueva situacion creada por la ocupacion inglesa de la fragata "Clio" era encarada por el gobierno del general Balcarce. A una primera reclamacion presentada por el embajador argentino en Londes, Manuel Moreno, en Febrero (Moreno habia procedido sin esperar ordenes de Buenos Aires, al entrarse por comunicaciones inglesas de lo sucedido) sigio una pormenorizada nota a lord Palmerston, el 17 de junio de 1833, constetada por el ministro de las islas en 1774 por Gran Bretaña lo habia sido por "razones economicas" sin que ello lesionara "los derechos de S.M.B. a las islas". Una nueva nota de Moreno, de diciembre de 1834, no obtuvo respuesta.
Por otro lado, las consecuencias internas por los sucesos de Malvinas llevaron al porecesamiento de Jose Maria Pinedo, quien fue declarado culpable por la perdida de Puerto Soledad y separado de la Marina. Se salvo de la pena de muerte por su pertenencia a una familia prestigiosa y de influencia en la sociedad de la epoca, cuyos miembros movieron amistades para salvarle la vida.