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Manuel Moreno |
A la inversa de su hermano mayor, que personifico la pasion ardiente y la elocuencia de la Revolucion, el frio y cauteloso Manuel Moreno, muy inteligente pero privado de genio, parecia por eso mismo tanto mas apto para asimilar despues de un estudio rapido, todos los detalles atinentess al litigio. Antes de tres meses, en efecto, Moreno se habia posesionado del asunto, como diplomatico y abogado, es decir, sin critica muy aguda ni conocimiento directo de la historia. Gracias a la correspondencia oficial española y a los State Papers publicados en 1771 y recurriendo para los descubrimientos maritimos al excelente resumen de De Broses y a una noticia de Boungainville, y tambien, naturalmente, de los tratados clasicos de Vattel, Gunther, De Martens, ect. para la "doctrina" y la energica terminologia juridicolatina, el enviado de las Provincias Unidas pudo, el 17 de junio de 1833, depositar en el Foreign Office, en manos del Subsecretario de Estado -que la remitio a lord Palmerston- la protesta de su gobierno bajo la forma de una exposicion muy nutrida de hechos recientes, como tambien razones historicas que los hacian condenables en su forma, y en el fondo, nulos e inocuos.
El memorial de Moreno pasa entre nosotros por tan completo, que nuestros ministros no le han encontrado nada que agregar ni corregir. Por lo general se limitan a transcribirlo y vuelven a enviarlo periodicamente a la direccion ut supra para cada nueva protesta. Releyendolo, ningun ministro ha indicado el menor error ni señalado la mas insignificante debilidad. Y por eso debe probar, sin duda, la excelencia del trabajo, pero quiza, tambien, la indolencia criolla. Porque, en fin, tales errores e insuficiencias que ninguno parece haber visto, no faltan en el estimable trabajo -tan eficaz, realmente, en otras partes- como tampoco las afirmaciones gratuitas que el adversario podria destruir sin dificultad si la respuesta no fuese, lo mas a menudo, ejusdem farinae que la pregunta.
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Antiguo Mapa de Malvinas |
He aqui un analisis muy sucinto del memorial de Moreno, asi como de la respuesta que lord Palmerston dio, sin apresurarse, mas de seis meses despues, lo cual tendia a volver la conversacion un poco languideciente. Una discusion minuciosa de las razonees desarrolladas en pro y en contra, seria una repeticion inutil de nuestra exposicion del caso que constituye la materia de los capitulos siguientes.
Despues de cierta referencia a una nota del 24 de abril, que tenia por objeto hacer que le gobierno ingles asumiera la responsabilidad de los actos cometidos por su orden, Moreno relata fielmente la toma de posesion de Puerto Soledad por la Clio; luego sin otro preambulo, se aferra a la cuestion de la propiedad de las Malvinas, lo que es todo el pleito. La legitimidad de la posesion depende de tres ordenes de hechos que el estudia sucesivamente: 1º, los descubrimientos; 2º. la ocupacion efectiva a partir de 1764, con la cuestion angloespañola de 1770; 3º, la ocupacion exclusivamente hispanoargentina, apenas interrumpida desde 1774.
Sin perdonar a su interlocutor algunas nociones triviales acerca de los medio por los cuales los Estados adquieren la propiedad, Moreno recorre rapidamente la historia de los viajes de descubrimientos. La noticia que da es muy superficial; a veces pueril. Si nos hace gracia, pro ejemplo, entre los descubridores de las Malvinas, del venerable Vespucci -que Calvo conserva piadosamente -no nos evita a Magallanes. Toda esta parte hay que rehacerla o, mas bien, hacerla por primera vez, fundandola en documentos inatacables. La segunda comienza con el ensayo de colonizacion de Boungainville y contiene, ademas de la cesion de este, el establecimiento de los ingleses en Puerto Egmont y el conflicto que casi encendio la guerra entre España e Inglaterra: este cursioso condominio tactito que duro tres años, hasta el abandono de Puerto Egmont por la pequeña guarnicion inglesa. Esta parte esta tratada cuidadosamente, pero parece un poco larga, demasiado diluida; los detalles subalternos aparecen en el mismo plano que los hechos importantes. Para el autor, el nudo del episodio se halla en el caracter que es preciso atribuir al abandono de Puerto Egmont en 1774. Moreno, despues de haber adoptado la tesis española y haber sostenido que tal abandono se debio a un acuerdo secreto entre las dos coronas, se creyo en el caso de retirar este alegato ante los argumentos opuestos por lord Palmerston. Es esta una actitud plausible, sin duda, muy distante aquella otra odiosa chicana de abogado que a nada conduce; pero acaso mas hubiera valido mostrarse enteramente informado y poder mantener la presuncion del acuerdo con buenas razones, como lo haremos nosotros. La ultima parte es muy breve; no existe, por ahi decirlo, despues de haberla visto exhuberante y demasiado densa en el memorial del doctor Quesada. Seguramente no tiene la importancia de la segunda; pero todavia era necesario mostrarnos en actos oficiales -segun fue hecho por el doctor Quesada y omitido por don Manuel Moreno- a España y despues de ella a las Provincias Unidas, ejerciendo en las Malvinas, de 1774 a 1833, una autoridad administrativa casi ininterrumpida, salvo la solucion de continuidad de 1810-1816, de la cual todo el mundo conoce las razon mayores.