A principios de 1810, Buenos Aires, cuyo virrey era Cisneros, estaba dividida en dos grupos con el comun denominador de la expectacion.
Uno de ellos, con Cisneros como lider, se componia de los leales a la monarquia. El otro grupo lo componian quienes ya estaban dispuestos a desprenderse de la vieja dominacion.
Desde Cordoba, Liniers, que se hallaba ligado al primer grupo a pesar de los disentimientos que los españoles tuvieran con el, alerta a Cisnero sobre la actuacion de los "conspiradores". El virrey, por su parte, se preocupa por evitar la difusion de noticias desfavorables a la situacion española en su lucha contra Napoleon, para lo cual despacha instrucciones a Montevideo a fin de se detenga cualquier correspondencia que contenga mensajes inquietantes sobre dicha situacion.
Pero los conspiradores esperaban. Aguardaban ansiosamente el momento de dar el golpe.