Entre tanto, a pesar de la aparente inactividad que duraría largos años, Inglaterra no estaba quieta.
El viejo León afilaba sus garras...
Como se ha dicho, el almirante Anson, nombrado jefe del Almirantazgo tras su regreso de los mares del sur, en 1748, planifica una expedición cuyo proyecto descansaba en hallar las islas Pepys que le permitiera un fondeadero apto para sus naves con el objetivo de apoderarse -con excusas cientificas- de la zona insular de América del Sur.
Solamente la firme posición del ministro español Carvajal y el rey español -hecho ya narrado- obliga a que Jorge III década desistir del proyecto.
Al respecto, Anson expresaba: "Las islas han sido vistas por numerosos navíos franceses e ingleses; Frézier las ubica en la extremidad de América meridional, llamándolas islas Nuevas... y ofrecen tierras onduladas de apariencia fértil, sembradas de bosques y donde no faltan buenos puertos. Por su distancia al continente y su latitud, estas islas deben gozar de clima templado". Estas nociones, tan desconectadas de realidad insular, resumían las nociones bastante comunes en ese entonces y que eran por todos aceptadas. De todas maneras, por sus cartas, Frézier era considerado como autoridad única en la geografía.
Si bien los entre-telones antes narrados hacen desistir del proyecto, los primeros preparativos para expedición se hacen.
Pero como España había adherido al Congreso de Aquisgrán, la cordial relación entre España e Inglaterra estaba reanudada. Y, como una lógica suposición, esto permitió el feliz resultado de la gestión española para hacer desistir a Inglaterra.
Todo, pues, quedó allí. Las luchas iniciadas en la India y Canadá, entre Francia e Inglaterra, sumadas a la Guerra de los Siete Años, que sumió en el conflicto a todas las naciones europeas, coadyuvó a esta impasse.
Y por veinte años no se halla cita de viaje alguno a las Malvinas.
Mas, al otro día de la terminación de aquellas guerras, en la primavera de 1764, resucita el proyecto de Anson.
El 21 de junio de ese año el comodoo John Byron se hace a la vela en su buque "Delphin", acompañado de la fragata "Tamar".
Anteriormente Byron habia realizado la hazaña de atravesar la Patagonia en medio de increibles penurias.
El conocimiento que ostentaba sobre las regiones insulares, quizás fue la causa que ayudo a su designación.
El objetivo real del crucero fue disimulado. Sólo cuando ambos barcos llegaron a las costas de Brasil, Byron se senteró que su destino no eran Indias Orientales.
Era otro: La posesión de las islas para el dominio de esa llave estrategic del Pacifico.
Ambos barcos llegan el 23 de enero del año siguiente a la isla Cruzada en la Malvina Oriental (visitada anteriormente por Boungainville y por él bautizada).
Usando esta islas como base, Byron intenta localizar la entonces controvertida isla Pepys, la cual, en 1686, Cowley la ubicó a los 47º de latitud y, el cartógrafo Halley a 80 leguas al este del Cabo Blanco.
Hoy día se sabe que esta isla, tal como se la definió y ubicó nunca existio.
Tras recorrer una semanan la zona del mar, bajo la guia de la carta de Halley, Byron tambien llega a la misma conclusión. Entonces ordena pone proa en direccion a la islas Sebaldinas. Pero las tempestades desatadas -cuenra Goebel- obligaron a Byron a dirigirse a tierra a la altura del Puerto Hambre, en el estrecho.
Más tarde pasa ppor las Islas Vírgenes. Y al seguir su ruta avista tierra: la Malvina Oeste.
Reconoce meticulosamente sus costas y desembarca en la caleta que denominaria Puerto Egmont en homenaje al primer Lord del Almirantazgo. Y escribe: "De este puerto y de todas las islas vecinas, tomo posesión en nombre de su Majestad el Rey Jorge III de Gran Bretaña, asignandole el nombre de islas Falkland".
Ignoraria -ya que cuesra suponen que fingia hacerlo- que dos años atras Boungainville habia fundado Puerto San Luis. Pero ademas, en su formalidad, no indico la fecha.
Revelando el oculto de esta expedicion, Lord Egmont, entretanto, escribe como respuesta al memorial enviado por el comodoro Byron: "La lectura de esta información demostrará la importancia de la estación que es indiscutiblemente la llame de todo el océano Pacifico. Esta isla debe dominar los puertos y el comercio de Chile, Perú, Panamá, Acapulco y, en una palabra, todos los territorios que dan sobre el mar. Hará que en adelante todas nuestras expediciones a esos lugares resulten lucrativas, de carácter fatal para España..."
Tales son los términos que señalan la politica que, sin pudor alguno, comenzaría a aplicar Inglaterra en el Atlántico a partr de estos acontencimientos, primero con los territorios entonces españoles y posteriormente de sus sucesores en America Latina.
No entraremos -por lo extenso- a detallar los aspectos legales de estos actos mediante los cuales el Imperio Britanico intento asegurar la soberania sobre las islas.
Como dice Goebel, los mismos "carecen totalmente de significación".