Ya desde 1823, Luis Vernet, de Hamburgo, y Jorge Pacheco, de Buenos Aires, habían conseguido una concesión del gobernador Martín Rodríguez que los autorizaba para el comercio de carnes, cueros y ganado vacuno en la Isla Oriental de Malvinas. Como contrapartida, se comprometieron a hacerse cargo de las reparaciones de los edificios, a fin de que estuvieran en condiciones y a disposición de las autoridades.
El decreto firmado en esa ocasión pone en evidencia el interés de Buenos Aires por las Islas:
"...en inteligencia que semejante concesión jamás podrá privar al Estado del Derecho que tiene a disponer de aquel territorio del modo que crea más conveniente a los intereses generales de la Provicia, y lo cual se verificará tan luego que sus recursos le porporcionen el poder de establecerse en él de un modo efectivo y permanente...".
Vernet se trasladó a Malvinas con su esposa María Sáez, oriunda de Montevideo, teniendo con ella una hija en Puerto Soledad: Malvina Vernet y Sáez. La población que había en la isla era entre 120 y 150 residentes en total, y estaba compuesta fundamentalmente por cazadores y pescadores.
Vernet otorgó tierras y promovió la llegada de colonos nombrando agentes que promovieran en el exterior las posibilidades de instalación en las Islas.