No es dudoso que el concesionario Vernet se puso valientemente a la obra y agoto alli sus recursos. Se organizaron expediciones; varias docenas de colonoas, algunos con sus familias, vinieron directamente de Europa o fueron embarcados en Montevideo, provistos de ganado y utiles de labranza y pesca. Las pampas de Buenos Aires proporcionaron gauchos para la ganaderia y hasta indigenas patagones. Transcurridos menos de dos años, la colonia contaba una centena de personas, mas o menos estables, incluidos los balleneros y sealers de toda procedencia, los empleados europeos y algunos esclavos de Vernet.
Los primeros tiempos fueron particularmente dificiles; era la pesca poco productiva por causa de la competencia de pescadores extranjeros, mas expertos o mejor equipados. Los colonos reclamaron una embarcacion de guerra y un puesto militar para hacer observar los reglamentos. ¡Las sombras de Buenos Aires, tenian preocupaciones bien diferentes! En fin, Vernet atrapo al vuelo el rapido interinato de este mismo general Rodriguez a quien hemos visto interesarse por la colonia, para obtener una reorganizacion del territorio, del cual era nombrado, ese mismo dia, comandante politico y militar con plenos poderes sobre la extension de su dependencia y algun armamento para pasar, llegado el caso, de la teoria a la practica. Entonces Vernet decidio establecerse en Puerto Luis con su joven esposa, nacida en Buenos Aires, y una familia alemana que lo acompañaba. Un oficial de la marina inglesa, ha dejado del distante home un bosquejo agradable y profundo, que en nada se parece al nido de filibusteros imaginado por los merodeadores yanquis, indudablemente segun sus propias maneras de ser.
Apenas conocido el decreto, Mr Woodbine Parish, Encargado de Negocios de S.M.B., se apresuro a informar a su gobierno, quien le ordeno reclamar contra una medida administrativa que atacaba "los derechos de soberania ejercidos hasta entonces por la Corona de la Gran Bretaña". La protesta formal data del 19 de noviembre de 1829. En su aviso de recibo, el general Guido, Ministro de Relaciones Exteriores en la efimera administracion de Viamonte, mostraba al gobierno provisional muy ocupado en considerar "con particular atencion" la nota de Mr. Parish, haciendole entrever una resolucion que no podia tardar. Para quien conoce estas horas de turbacion y de calamidades, en las que el pais parecia librado a gobernantes atacados de vertigo, lo asombroso no consiste en que la respuesta se haya hecho esperar, sino en que el ministro del dia haya tenido tiempo de anunciarla. La protesta cayo en el vacio; acabo de ocho dias ya nadie se acordaba, y la situacion habria podido eternizarse si inesperadamente no hubiera sobrevenido un "tercer ladron" que provocaba, dos años despues, una solucion imprevista.