Baugainville había quedado en Paris, mientras el Aigle retornaba a las Malvinas con viveres y nuevos colonos. Fue llamado al ministerio y advertido de la protesta elevada por el embajador español, referente a la colonia de las Malvinas. Por orden de Choiseul, debio ir el mismo a discutir esta cuestion a Madrid. El gobierno español se mostro intratable con respecto al derecho de posesion de las islas. Admitió, sin embargo, como arrenglo equipativo y sin estar obligado a ello, el reembolso de los gastos hechos, incluido el valor de las instalaciones y del material: el total fue estimado y fijado, según los inventarios, en la suma de 603.000 libras, y fue pagado parte en Paris, parte en Buenos Aires. Bien pronto habremos de examinar este derecho superior invocado por España y reconocido por Francia, que es -jamas se lo ha hecho resaltar- el eje mismo del litigio. Pero en primer lugar tenemos que concluir con el lado material de la transacion.
El 15 de noviembre de 1766, Bougainville tomo en Nantes el mando de la fragata La Boudeuse, con la que iba a realizar su memorable viaje alrededor del mundo. El 31 de enero españoles Liebre y Esmeralda, que debian acompañarlo a las Malvinas con don Felipe Ruiz Fuente, nombrado gobernador. Las tres fragatas, escoltadas por una tartanas cargada de ganado, partieron de Montevideo el 28 de febrero. El 25 de marzo los navios eran amarrados en la bahia Francaise y el 1º de abril la colonia fue librada a las autoridades españolas con las ceremonias ordinarias, cuyo resumen se halla en el Voyage de Bougainville.
"El 1º de abril entregue nuestro establecimiento a los españoles, que tomaron posesión de el enarbolando el estandarte de España, al que la tierra y los barcos saludaron con veintiun cañanazos a la salida y a la puesta del sol. Yo había leido a los franceses, habitantes de esta colonia naciente, una carte del rey por la que Su Majestad les permitía quedar alli bajo el dominio del Rey Católico. Algunas familias aprovecharon este permiso; el resto, con el Estado Mayor, fue embarcado en las fragatas españolas que salieron para Montevideo el 27 a la mañana".
Apenas desembarcados los españoles, revelaron poco entusiasmo por su nueva adquisición. Oficiales, soldados, aventureros sin oficio ni beneficio, lanzaron gritos de decepción, como si los cesionistas les hubiesen prometido el oro y moro: y, como de costumbre, fueron los mas miserables los que se mostraron mas delicados. Se hallaran en los documentos algunas muestras curiosas de estas quejas desoladas: un hermano mendigo, entre otros, no podia soportar semejante martirio. El ex jesuita Falkner se hizo eco de dichas lamentaciones mezclando algunas calumnias contra los franceses a las revelaciones con las cuales traicionaba el país del que habia comido el pan durante treinta y cinco años. Verdad es que algunos cebecillas se mostraron mas inteligentes y comprendieron la importancia real de las Malvinas como puesto estratégico. Pero el lado de la colonización y la pesca, que exigia constancia y trabajo no seria nunca un valle de Tempe. Ni serian tampoco sus legitimos y desdeñosos poseedores quienes debían encontrar alli con que vivir y hasta con que enriquecerse. Pero los que un dia sabrían descubrir el humilde tesoro de las Malvinas, después que los meridionales indolentes, armadores de cigarrillos y rascadores de guitarra, hubieran partido, eran rudo hijos del norte, los Vernet, los Brisbane y sus sucesores escoceses o galeses, habituados al invierno y a la tempestad, y acostumbrados a pedir al oceano el acrecentamiento de recursos que la tierra indigente no provee.