"Buenos Aires, junio 20 de 1832.
El infrascripto, Encargado de Negocios de los Estados Unidos de America cerca del Gobierno de Buenos Aires, tiene el honor de informar a S.E. el ministro de Gracias y Justicia, encargado provisonalmente del departamento de Relaciones Exteriores, que tiene ordenes para llamar la atencion de este gobierno sobre ciertos procedimientos de don Luis Vernet, quien pretende, en virtud de un decreto de este gobierno, de fecha 10 de junio de 1829, ser "Gobernador civil y militar de las islas Malvinas, etc".
Despues de eso, el Encargado de Negocios entro en materia, recapitulando los hechos alegados por Slacum, pero tal vez preocupandose menos de la exactitud y, sobre todo, de la dignidad de lenguaje que sus funciones le imponian. He aqui un especimen de su estilo, cuando se expresa acerca de Vernet quie, cualquiera que fuese su conductora o la legalidad de su titulo era, por el momento, un alto funcionario, participe del gobierno ante el cual el nombrado Baylies estaba acredotadp: "No contento con despojarlos y tratarlos como esclavos, Vernet ha colmado la medida de humillaciones, reduciendo a estos ciudadanos americanos a un grado de envilecimiento moral tan bajo como el suyo propio, etc." Con esta displomacia de comite electoral y estas andanzas de bisonte de las praderas, el digno enviado del presidente Jackson se proponia arrenglar un negocio en el que la mayor parte de los errores, por no decir todos, se hallaban, como de costumbre, del lado del mas fuerte.
Habiendose permitido el ministro Maza, en su aviso de recibo, expresar cierta sorpresa por estas maneras diplomaticas, el hombre de Massachusetts volvio a la carga el dia siguiente y puso al ministro en el apremio de declarar, en el mas breve plazo, si el gobierno de Buenos Aires aun persistia en atribuirse derechos sobre las Malvinas, despues que el de Estados Unidos los habia denegado. Con todo, ante el silencio de su interlocutor, Baylies se resigno a imitarlo durante dos semanas; pero esto fue para elaborar un largo memorial historicojurisdico -mediocre compilacion de trozos tomada a Burney, con algunas repeticiones de la vieja cuestion angloespañola rejuvenecida con graves yerros- en el cual el abogado oficioso, despues de haber trascrito complacientemente la protesta de Mr. Woodbine Parish, inferia el mejor derecho de la Gran Bretaña. Era no solo una instrusion indiscreta y malevolante en un tete a tete internacional, sino otro motivo que la defensa de delitos imputados a pescadores americanos, sino una manera brutal de tomar partido, contra todos los usos, en una dispuesta que habia sido un casus belli y que el ruido del incidente renovo pronto en Inglaterra. Este procedimiento, mas que incorrecto, agregandose a la incalificable actitud del enviado, desde su entrada en escena, vino a colmar la medida de la paciencia nacional.
El ministro Maza, entonces amigo intimo de Rosas, sintio el estrecimiento del patriotismo herido. Sin perder su sangre fria, pero bien resuelto esta vez a llevar las cosas al extremo, comenzo el 8 de agosto por descartar al intermediario y llevar la cuestion ante el Ministro de Estado de Washington, en una exposicion completa y firme de los derechos y agravios argentinos. Hecho esto, despues de algunos dias de descanso, se volvio hacia quien, desde hacia dos meses, no retrocedia ante ninguna afirmacion falaz para sostener su mala causa y desacreditar al gobierno que lo habia recibido. Rehusando admitir a este intruso en una discusion sobre la propiedad de las Malvinas, que estaba por encima de el y en la cual los mismos Estados Unidos no podian ser parte, el ministro argentino encerro al adversario en el incidente de la pesca ilicita, con sus consecuencias, que eran la doblre intervencion de Vernet y Duncan. En una argumentacion muy concisa, demostro que la procedencia del primero era tan legal como arbitraria la del segundo; y esto, cualesquiera fuesen los titulos de Buenos Aires, sobre las Malvinas. Pasando luego a la apreciacion de los actos que, aun en el caso mismo en que todas las irregularidades observadas en la conducta de Vernet fuesen ciertas, no eran sino pasajeras y tenian su correctivo en los inventarios levantados y en la sentencia inminente del Tribunal de Presas, en tanto que los excesos perpetrados por el comandante Duncan, significaban en el caso de haber procedido segun instrucciones superiores, un ultraje a la soberania nacional, cometido en plena paz e indigno de un pueblo civilizado; y en el de obrar sin ordenes, un crimen pasible de consejo de guerra. El ministro rechazaba, pues, los pretendidos cargos por los que, a fin de extraviar la opinion, se intentaba invertir los papeles: el acusador era el y el otro el acusado. El gobierno de Buenos Aires denunciaba la complicidad de un barco de guerra de los Estados Unidos en los actos ilicitos de sus connacionales y exigia una reparacion del ultraje infligido a la bandera argentina, como asimismo una indemnizacion por los actos de pirateria que habian arruinado la naciente colonia. Y terminaba la exposicion con la seguridad formal de que no se tendrian en cuenta las notas pasadas por el Encargado de Negocios de los Estados mientras las cuestiones previas no fuesen reglamentadas...
Era una desahucio en forma, y Mr. Baylies lo tuvo por recibido. Pidio sus pasaportes y, esperandolos, trato aun de disparar la flecha del Parto, que consistia en dejar la gerencia de la legacion americana al antiguo consul Slacum; el ministro replico, devolviendo la pelota, que el dicho Slacum no podia ser para el gobierno mas que un delicuente refugiado en una legacion. Baylies comprendio, al fin, que despues de haber sido odioso estaba a punto de tornarse ridiculo. Se embarco el 21 de septiembre en la corbeta Warren, con el inseparable Slacum, y returned home para terminar alli en la oscuridad. Algunos dias antes de su partida, habia podido leer el decreto del 10 de septiembre, que nombraba al mayor Mestiver para el comando interino de las islas Malvinas; se le agregaban 50 hombres de tropa con sus familias, y el bergantin de guerra Sarandi debia quedar alli fondeado.
Antes de comenzar el relato de la agresion britanica, que acompaño demasiado de cerca el incidente americano para no relacionarse con el indirectamente, resumiremos los actos sucesivos de dicho incidente ante la cancilleria de los Estados Unidos.
Habiendose permitido el ministro Maza, en su aviso de recibo, expresar cierta sorpresa por estas maneras diplomaticas, el hombre de Massachusetts volvio a la carga el dia siguiente y puso al ministro en el apremio de declarar, en el mas breve plazo, si el gobierno de Buenos Aires aun persistia en atribuirse derechos sobre las Malvinas, despues que el de Estados Unidos los habia denegado. Con todo, ante el silencio de su interlocutor, Baylies se resigno a imitarlo durante dos semanas; pero esto fue para elaborar un largo memorial historicojurisdico -mediocre compilacion de trozos tomada a Burney, con algunas repeticiones de la vieja cuestion angloespañola rejuvenecida con graves yerros- en el cual el abogado oficioso, despues de haber trascrito complacientemente la protesta de Mr. Woodbine Parish, inferia el mejor derecho de la Gran Bretaña. Era no solo una instrusion indiscreta y malevolante en un tete a tete internacional, sino otro motivo que la defensa de delitos imputados a pescadores americanos, sino una manera brutal de tomar partido, contra todos los usos, en una dispuesta que habia sido un casus belli y que el ruido del incidente renovo pronto en Inglaterra. Este procedimiento, mas que incorrecto, agregandose a la incalificable actitud del enviado, desde su entrada en escena, vino a colmar la medida de la paciencia nacional.
El ministro Maza, entonces amigo intimo de Rosas, sintio el estrecimiento del patriotismo herido. Sin perder su sangre fria, pero bien resuelto esta vez a llevar las cosas al extremo, comenzo el 8 de agosto por descartar al intermediario y llevar la cuestion ante el Ministro de Estado de Washington, en una exposicion completa y firme de los derechos y agravios argentinos. Hecho esto, despues de algunos dias de descanso, se volvio hacia quien, desde hacia dos meses, no retrocedia ante ninguna afirmacion falaz para sostener su mala causa y desacreditar al gobierno que lo habia recibido. Rehusando admitir a este intruso en una discusion sobre la propiedad de las Malvinas, que estaba por encima de el y en la cual los mismos Estados Unidos no podian ser parte, el ministro argentino encerro al adversario en el incidente de la pesca ilicita, con sus consecuencias, que eran la doblre intervencion de Vernet y Duncan. En una argumentacion muy concisa, demostro que la procedencia del primero era tan legal como arbitraria la del segundo; y esto, cualesquiera fuesen los titulos de Buenos Aires, sobre las Malvinas. Pasando luego a la apreciacion de los actos que, aun en el caso mismo en que todas las irregularidades observadas en la conducta de Vernet fuesen ciertas, no eran sino pasajeras y tenian su correctivo en los inventarios levantados y en la sentencia inminente del Tribunal de Presas, en tanto que los excesos perpetrados por el comandante Duncan, significaban en el caso de haber procedido segun instrucciones superiores, un ultraje a la soberania nacional, cometido en plena paz e indigno de un pueblo civilizado; y en el de obrar sin ordenes, un crimen pasible de consejo de guerra. El ministro rechazaba, pues, los pretendidos cargos por los que, a fin de extraviar la opinion, se intentaba invertir los papeles: el acusador era el y el otro el acusado. El gobierno de Buenos Aires denunciaba la complicidad de un barco de guerra de los Estados Unidos en los actos ilicitos de sus connacionales y exigia una reparacion del ultraje infligido a la bandera argentina, como asimismo una indemnizacion por los actos de pirateria que habian arruinado la naciente colonia. Y terminaba la exposicion con la seguridad formal de que no se tendrian en cuenta las notas pasadas por el Encargado de Negocios de los Estados mientras las cuestiones previas no fuesen reglamentadas...
Era una desahucio en forma, y Mr. Baylies lo tuvo por recibido. Pidio sus pasaportes y, esperandolos, trato aun de disparar la flecha del Parto, que consistia en dejar la gerencia de la legacion americana al antiguo consul Slacum; el ministro replico, devolviendo la pelota, que el dicho Slacum no podia ser para el gobierno mas que un delicuente refugiado en una legacion. Baylies comprendio, al fin, que despues de haber sido odioso estaba a punto de tornarse ridiculo. Se embarco el 21 de septiembre en la corbeta Warren, con el inseparable Slacum, y returned home para terminar alli en la oscuridad. Algunos dias antes de su partida, habia podido leer el decreto del 10 de septiembre, que nombraba al mayor Mestiver para el comando interino de las islas Malvinas; se le agregaban 50 hombres de tropa con sus familias, y el bergantin de guerra Sarandi debia quedar alli fondeado.
Antes de comenzar el relato de la agresion britanica, que acompaño demasiado de cerca el incidente americano para no relacionarse con el indirectamente, resumiremos los actos sucesivos de dicho incidente ante la cancilleria de los Estados Unidos.