En esos momentos, en el Río de la Plata se encontraba el buque de guerra estadounidense Lexington, cuyo capitan Silas Duncan, al enterarse de la captura de la Harriet, partió rumbo a las Islas "para proteger el comercio y a los ciudadanos de los Estados Unidos y desarmar a esos sinverguenzas y expulsarlos de las Islas, único modo de prevenir que se repitan esos ultrajes", según consigna la comunicación que el capitan envió a sus superiores.
El 28 de diciembre de 1831, la Lexingon entró en la Bahía Anunción bajo bandera francesa. Invitó a las autoridades de las Islas y cuando estuvieron a bordo, los arrestó. Luego desembarcó sus fuerzas, detuvo a casi la totalidad de los habitantes del poblado de Puerto Soledad, saqueó y destruyó sus instalaciones y luego partió hacia Montevideo.
Tras el ataque, el gobernador de Buenos Aires, Juan Ramón Balcarce, inició de inmediato las gestiones para obtener una reparación de los Estados Unidos y a la vez envió una nave de la Armada para restablecer el orden en las Islas, la goleta Sarandí, comandada por Jose María Pinedo.
El estado de indefensión y ruina en que habían quedado las Islas luego del ataque de la Lexington fue provechado por los ingleses, quienes de inmediato enviaron una fragata de guerra al mando del capitan John James Onslow con el objetivo de ocuparlas.